Desde pequeños nos enseñan frases como: "tanto tienes, tanto vales" o "para ser feliz, necesitas dinero". Estas creencias, tan comunes en nuestra sociedad, nos han atado sin darnos cuenta al principio de la posesión.
Pero... ¿alguna vez te has detenido a pensar si realmente eres tú quien posee las cosas o si, en realidad, son ellas las que te poseen a ti?
Vamos a desmenuzarlo:
Piensa en tus objetos más preciados. Ese móvil último modelo, la casa que tanto te costó conseguir, incluso esa relación que crees indispensable para tu felicidad. Todos ellos tienen algo en común: te generan preocupación. Sí, preocupación.
El coche nuevo que cuidas como a un bebé, ¿verdad que te angustias cuando alguien se acerca demasiado en el estacionamiento?
¿Y qué hay de esa prenda cara que reservas solo para ocasiones especiales porque, Dios no lo quiera, podría mancharse o romperse?
¿Y si subimos la apuesta? La casa con su hipoteca interminable, la pareja que esperas que te haga sentir completo, los hijos que amas pero también temes por cada paso que dan.
La lista es interminable, y con cada nueva posesión, parece que añadimos un nuevo grillete a nuestras vidas.
¿Por qué sentimos esa necesidad de tener?
Es simple: buscamos llenar un vacío. Creemos que si logramos comprar, conquistar o conseguir algo, por fin nos sentiremos completos. Pero aquí está el truco: es un espejismo.
¿Recuerdas la emoción de comprar algo que deseabas con todas tus fuerzas? Ese coche, esa consola de videojuegos, esa joya. Durante las primeras semanas, eras la persona más feliz del mundo.
Luego, poco a poco, ese brillo se apagó. Y de repente, estás de vuelta en el mismo punto, mirando qué más puedes comprar para llenar eso.
¿Por qué pasa esto? Porque la felicidad que esperas de tus posesiones tiene fecha de caducidad. Y aquí es donde todo se derrumba: no importa cuántas cosas acumules, nunca llenarán ese vacío interno.
La trampa de la posesión
Cuanto más tienes, más preocupado estás. Cuanto más necesitas proteger lo que posees, menos libertad sientes. La paradoja es brutal: nos esforzamos por poseer, pero terminamos siendo poseídos.
Entonces, ¿cuál es la salida? No se trata de renunciar a todo y vivir como un ermitaño (a menos que eso sea tu llamado, claro). Se trata de cambiar el enfoque.
El arte de poseer sin ser poseído
La clave está en entender que las cosas externas son un complemento, no la fuente de tu felicidad. La seguridad y la plenitud no vienen de un coche, una casa o una relación. Vienen de dentro de ti, de reconocer tu valor, tu grandeza y de cultivar una relación auténtica contigo mismo.
Cuando empiezas a sentir amor, armonía y gratitud desde tu interior, todo lo que posees se convierte en un regalo, no en una carga. Disfrutas sin miedo a perderlo porque sabes que tu bienestar no depende de ello.
¿Te atreves a hacer el cambio?
Haz una pausa. Reflexiona. Pregúntate:
- ¿Realmente necesito esto para ser feliz?
- ¿Qué parte de mi vacío estoy intentando llenar con esta posesión?
- ¿Qué pasaría si dejara de perseguir cosas externas y comenzara a trabajar en mi mundo interno?
Cuando comprendes que la verdadera riqueza es la paz que sientes contigo mismo, las posesiones dejan de tener poder sobre ti. Entonces, y solo entonces, podrás disfrutar plenamente de lo que tienes, sin temor, sin ansiedad, sin ser poseído.
Porque al final del día, la vida no se trata de acumular cosas. Se trata de ser libre para disfrutarla.
(Montse y Javi de Serena Tu Mente)
Si este mensaje resonó contigo, ¡compártelo! Podrías inspirar a alguien más hoy. A veces, una pequeña reflexión puede ser la chispa que otro necesita. 😉
0 Comentarios
Comparte con nosotros Tu opinión. Gracias por participar en el blog.