Sin embargo, lo tenemos tan desatendido que crecen malas hierbas o el fruto no es el deseado, incluso cuando llevamos años obteniendo lo mismo, no nos preguntamos qué estamos haciendo mal, qué estamos plantando en nuestra vida.
Para empezar lo primero que hay que hacer es limpiar las malas hierbas y luego, para recibir otros frutos, es importante saber qué estamos plantando.
La semilla son nuestros pensamientos conscientes e inconscientes, tanto los heredados, como los inculcados, como los aprendidos. El pensamiento es la semilla que plantamos en la vida.
La emoción en este caso es el agua y el sol, nutriendo las semillas para que den fruto. Sentados esperando no conseguiremos nada, se necesita emoción, que es lo mismo que movimiento.
Según el tiempo la cosecha será de mayor o menor calidad, por eso es importante saber qué estamos sintiendo, porque será la energía que le dé vida y movimiento a nuestros pensamientos.
Por último, queda recoger el fruto, que tan solo se recoge en el instante presente y a su debido momento. Necesita presencia, paciencia y constancia para que a su ritmo vaya creciendo. No porque riegues más un árbol va a crecer antes.
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