El remordimiento: esa sensación de culpa que aparece cuando algo que hicimos o dijimos no fue lo mejor, o cuando permitimos que nuestra ira, resentimiento o influencia de otros nos guiaran hacia un camino que no refleja nuestra mejor versión.
Ese peso en el corazón que nos roba energía y que nos atrapa en el pasado, cuando ya deberíamos estar viviendo en el presente.
Pero, ¿y si te dijera que el remordimiento no es necesario? Y que en vez de seguir cargando con él, podrías liberarte de una vez por todas.
Para soltarlo, lo primero es enfrentar la situación sin miedo. ¿Suena difícil? Puede ser, pero las mejores transformaciones vienen después de los momentos más incómodos.
El primer paso es reconocer que cometimos un error. Reconocerlo con honestidad, y sobre todo, actuar para remediarlo.
Pedir disculpas. Preguntar cómo podemos hacer las cosas bien. Eso es lo que realmente sana, porque al dar ese paso, te liberas de la carga.
¿Y si la otra persona no te perdona? Bueno, eso ya no es tu problema. El perdón es un regalo que cada quien decide dar. Si no lo acepta, esa carga la llevará consigo, y esa será su lección, su trabajo.
Tú, en cambio, ya has hecho lo que podías. Perdónate a ti mismo/a. No sigas anclado en lo que ya pasó, porque la culpa no cambiará el pasado. Solo te detendrá en tu camino hacia lo mejor.
El verdadero aprendizaje aquí es entender que tus actos y palabras tienen peso, y con cada acción viene una consecuencia.
Pero lo que te da poder es la capacidad de aprender de esos errores y dejar ir lo que no puedes cambiar. Dejarlo ir es el mayor acto de autocuidado y crecimiento.
Es fácil caer en la trampa de sentirte más culpable cuando otra persona te lo recuerda o te lo recrimina, y puedes sentirte tentado a seguir en ese ciclo. Pero no dejes que nadie te manipule.
El que realmente sana es el que sabe perdonarse a sí mismo. Y cuando tú te liberas de la culpa, la otra persona, tarde o temprano, aprenderá que no puede controlarte con emociones pasadas.
El momento en que te liberas de la culpa, dejas de ser vulnerable a la manipulación emocional. La culpa es una reacción, una emoción auto-impuesta que puedes desactivar en el momento en que entiendes su mecanismo.
La sabiduría y la fuerza no vienen de evitar los errores, sino de aceptarlos con serenidad, sabiendo que no se puede cambiar lo que ya pasó. Lo que realmente importa es lo que elijas hacer ahora.
Así que, ¿por qué seguir cargando con lo que ya se fue? El futuro te espera, y solo tú decides cómo vivirlo.
(Montse y Javi de Serena Tu Mente)
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