Abracemos la riqueza del presente con la intensidad de un abrazo apretado. Cautivemos cada detalle que nos rodea con ojos de asombro.
En lugar de fustigarnos con quejas, hagamos de cada instante una obra maestra de disfrute, de valoración, de agradecimiento.
Cada latido del tiempo es un tesoro efímero. En vez de dilapidar su valiosa esencia en el eco de lamentos, abracemos su fugacidad y dejémonos guiar por la cadencia única de esta danza llamada vida.
Montse Valera
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