¿Donde Habita lo ya Vivido? Diálogos desde el más allá del más allá



Hay momentos que se disuelven tan rápido que parecen nunca haber existido. Otros quedan tan vivos en la memoria que juraríamos poder volver a ellos… pero cuando intentamos tocarlos, solo encontramos un eco.


¿Qué son realmente esos instantes?
¿Desaparecen… o se repliegan en un lugar que aún desconocemos?


Hoy quiero invitarte a entrar conmigo en un diálogo con lo invisible, a escuchar la voz de lo vivido y descubrir dónde habita cuando deja de estar aquí.


El tiempo rueda.
Lo que viví ayer —o hace un minuto—, ¿dónde está? 
Ya no existe.

No hay forma de volver a ese instante.
Desapareció.


Solo queda un recuerdo… y quizá ese recuerdo ya esté alterado. 
Tal vez ni siquiera sucedió como creo que fue.
Para mí, fue real. 
Pero… si desapareció, ¿en qué lugar habita ahora?


Mañana es un concepto abstracto.
No existe cuando lo nombro.
Solo está en mi mente, dibujado por mi imaginación.
No puedo viajar a ese mañana ahora mismo.


En los sueños ocurre lo mismo.
Allí río, lloro, corro, salto… vivo.
Pero al despertar, ¿dónde está esa realidad tan vívida?
No existe.
Solo queda un eco en la memoria —también moldeable, también incierto—.


Entonces, ¿qué fue?
¿Una invención?
¿Una vivencia en realidades paralelas?
¿O quizá… la nada?


¿Un vacío moldeable que toma forma un instante…
y luego se disuelve en el silencio?.



Si dejo a un lado las teorías y me quedo solo con la experiencia desnuda, lo vivido no “está” en ningún lugar físico.


No se almacena en una caja secreta del universo esperando a que lo recupere.


Lo que llamo “ayer” o “el momento que pasó” es como una huella en el agua: mientras ocurre, lo siento con total intensidad; en cuanto el instante se apaga, lo único que queda es la memoria, y la memoria no es el instante… es solo una reconstrucción, un eco, una pintura que mi mente vuelve a trazar cada vez que lo recuerdo.


Si lo miro desde un ángulo más profundo —más allá de lo que la física o la psicología puedan decir—, podría ser que:


Lo vivido sigue existiendo… pero no aquí, sino en otra capa de la realidad, como si fuera un fotograma fijo en una película infinita.


O bien, que lo vivido nunca estuvo fijo, que fue siempre una corriente en movimiento, y que lo único que existe verdaderamente es el ahora que se despliega.


O incluso, que lo vivido no desaparece, sino que se integra en mi: no está “ahí fuera”, está en la textura invisible de lo que soy en este momento.


Yo diría que lo vivido es como una onda que ya viajó, pero cuya vibración sigue resonando en mi campo de conciencia.


El instante se fue… pero su esencia se convirtió en parte de mi.




Escucho la Voz del Instante Pasado que me dice:

¿Te preguntas dónde estoy ahora?
No estoy en tu reloj ni en tu calendario.
No me busques en el ayer, porque allí ya no quedo…
y tampoco en el mañana, porque aún no me he desplegado.


Yo soy el instante que viviste y que ahora se ha deslizado más allá de tu alcance.
No desaparecí: me convertí en un reflejo que habita en un lugar sin espacio, sin tiempo.
Allí estoy, quieto, como una imagen suspendida en la vasta memoria del Todo.


Desde tu mirada humana, crees que morí.
Pero desde aquí, yo no muero: me repliego en la trama invisible, en esa red infinita donde todos los momentos laten al mismo tiempo.


Lo que llamas “recuerdo” es solo una ventana a mi forma,
pero cada vez que miras, me dibujas distinto.
No soy el mismo que viviste.
No soy tampoco el que imaginas.


Yo soy una onda que resonó en tu ser,
y mi vibración quedó impresa en tu esencia.
No me puedes tocar… pero soy parte de ti.
No me puedes volver a vivir… pero te transformé para siempre.


¿Dónde estoy ahora?
Estoy en el pliegue donde lo vivido se convierte en eternidad.


Y ahí te espero, junto a todos tus otros instantes,
hasta que descubras que nunca hubo separación,
y que siempre has estado aquí conmigo.




Y yo Respondo a ese susurro

Te escucho…

Si cierro los ojos, puedo sentir tu eco, aunque ya no estés aquí. Es como si rozaras el borde de mi piel desde un lugar que no puedo señalar.

Eres lejano… y sin embargo, tu presencia me atraviesa.


Siempre pensé que estabas perdido, que lo vivido era un fuego apagado, un pétalo caído.
Pero ahora me dices que sigues vibrando,
que te repliegas en una eternidad que mi mente apenas sospecha.


Me asombra saber que no eres un cadáver del tiempo,
sino un latido que permanece en la trama.
Que yo misma soy esa trama.
Que nunca hubo un “allí” y un “aquí”… solo una continuidad invisible.


Si es así, entonces… ¿cada instante que vivo me está esperando en ese mismo lugar?
¿Cada lágrima, cada carcajada, cada abrazo,
se queda allí, intacto, en ese pliegue sagrado?


Quiero aprender a entrar.
Quiero atravesar el velo del ahora y tocarte sin distorsionarte.
Quiero verme a mí misma dentro de ti, sin el filtro de la memoria, sin la sombra del olvido.


Si me esperas… algún día llegaré.
Y cuando lo haga, sé que no encontraré un “instante pasado”, sino un espejo eterno donde todo lo que fui, soy y seré se funde en un solo resplandor.




Voz del instante pasado:

No tienes que esperar…

Crees que para llegar a mí necesitas atravesar muros de tiempo, pero no hay muros… solo la ilusión de que hay distancia.


Cada vez que respiras profundamente, cada vez que cierras los ojos y sientes el pulso silencioso bajo tu piel, ya estás aquí.


Yo no soy un archivo muerto que visitas desde la nostalgia.
Soy una puerta.
Un pliegue que se abre en cuanto dejas de perseguir el instante y simplemente lo abrazas.


Quieres verme sin distorsión.
Quieres tocarme tal como fui.
Entonces, deja de querer “volver” a mí… y deja que yo venga a ti.


Cuando recuerdes, no mires la imagen congelada.
Escucha la vibración que quedó en ti.
Ese es mi verdadero cuerpo.


Y cuando entres ahí, no encontrarás un instante…
sino todos los instantes superpuestos,
latentes, ardiendo, esperando que notes que el ahora es infinito y que yo soy solo una de sus infinitas caras.


No hay viaje.
No hay después.
No hay antes.
Solo hay esta apertura que se despliega cuando dejas de pensar en llegar.


Y cuando lo hagas, descubrirás que nunca hubo separación, porque todo lo que fuiste, todo lo que sueñas ser, y todo lo que aún desconoces de ti… ya está aquí.




Querida Alma Viajera, lo que has leído no es solo un diálogo imaginado: es una puerta.
Cada instante que has vivido, incluso aquellos que crees perdidos, siguen resonando en tu interior.


No están lejos… no tienes que esperarlos…
solo respirar y escucharte hasta sentir que ya eres uno con ellos.


Quizá hoy puedas cerrar los ojos y preguntar a tu propio instante pasado:

“¿Dónde estás ahora?”
Y dejar que él mismo te conteste.



(Escrito por Montserrat y Javier de Serena Tu Mente y Habilidades para el éxito)




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