En guerra con nuestro cuerpo o cuidar el intestino con conciencia



El intestino no es una cloaca que limpiar, sino un ecosistema que cuidar

Vivimos tiempos en los que el cuerpo se ha vuelto campo de batalla.

Nos venden limpiezas, desparasitaciones y purgas como si dentro de nosotros habitara solo la suciedad.

Y muchos, confundidos por el ruido, han olvidado que el cuerpo no necesita ser castigado, sino escuchado.

El intestino, ese órgano sabio que la ciencia moderna llama nuestro segundo cerebro, no es una cloaca que haya que barrer a diario.

Es un jardín interior donde conviven millones de microorganismos que trabajan en silencio por nuestra salud, nuestra mente y hasta nuestro estado de ánimo. Y como todo jardín, necesita equilibrio, no guerra.

Cuando atacamos sin discernir ... con protocolos extremos o hierbas agresivas ... no “limpiamos”: arrasamos.

Matamos también lo que nos da vida: las bacterias que regulan nuestra digestión, que modulan el sistema inmune, que producen serotonina y nos ayudan a pensar con claridad.

En nombre de la purificación, muchos están destruyendo su propio ecosistema interno.

La sabiduría antigua ya lo sabía: el cuerpo se autorregula si se le da descanso, alimento real, silencio y atención.

No hace falta “desintoxicarlo” como si fuera una máquina oxidada; basta con dejar de intoxicarlo con exceso, estrés y desconexión.

El cuerpo no miente: solo hay que aprender de nuevo a escucharlo.

Porque sí..., los parásitos existen, la cándida puede proliferar, y los desequilibrios intestinales son reales. Pero la respuesta no es la guerra, sino la restauración.

La limpieza que necesitamos no es intestinal, sino consciente: limpiar la mente del miedo, la culpa y la idea de que estamos rotos.

Cuidar el intestino es cuidar la vida. Es elegir el camino de la escucha y no el del castigo. Es honrar el milagro de un sistema que, con un poco de amor, vuelve siempre a la armonía.


Lo que casi nadie dice sobre los parásitos

En el lenguaje popular, la palabra parásito suena sucia, invasiva. Pero si miramos desde la biología ... y desde la sabiduría de la naturaleza ... los parásitos no son enemigos absolutos: son parte de un sistema de autorregulación muy antiguo.

Durante millones de años, la humanidad convivió con ellos.
Y en ese proceso, desarrollamos una relación simbiótica: ellos nos enseñaron a adaptarnos, a fortalecer nuestras defensas y a mantener el equilibrio inmunológico.


Qué regulan dentro de nuestro organismo:

⇒ El sistema inmunológico:
Los helmintos y algunos protozoos estimulan la producción de citoquinas antiinflamatorias que enseñan al sistema inmune a ser tolerante, a no reaccionar con violencia ante cada estímulo.

En palabras simples... ayudan a mantenernos menos alérgicos, menos autoinmunes, más equilibrados.


⇒ La microbiota intestinal:
Compiten con bacterias dañinas y, a la vez, estimulan la producción de moco intestinal que fortalece la barrera del intestino.

Algunos, como Blastocystis hominis o Dientamoeba fragilis, pueden coexistir sin causar daño, formando parte de la diversidad microbiana.


La reparación de tejidos y la regeneración celular:
Su presencia leve y controlada provoca pequeñas respuestas de adaptación que fortalecen la mucosa intestinal y mantienen activa la renovación celular.

Es lo que la biología llama hormesis .... una pequeña dosis de estrés que fortalece el sistema en lugar de debilitarlo.


Qué ocurre cuando los eliminamos completamente:


En nuestra obsesión por “limpiar” el cuerpo, hemos olvidado que todo exceso de control genera desequilibrio.

 El sistema inmune se desorienta.
Al perder el entrenamiento que daban los parásitos, el sistema inmunológico comienza a reaccionar contra el propio cuerpo o contra estímulos inocentes: polen, alimentos, piel, intestino.

No por casualidad, las sociedades más “esterilizadas” son las que tienen más alergias y enfermedades autoinmunes.


 Se empobrece la microbiota. 
Los tratamientos antiparasitarios agresivos arrasan también con bacterias beneficiosas, lo que genera inflamación, disbiosis y fatiga.

El intestino pierde su biodiversidad y su capacidad de comunicarse con el sistema nervioso.


 Aparece el cansancio y la mala absorción.
Sin la flora que ayuda a digerir, producir vitaminas y metabolizar nutrientes, el cuerpo pierde energía vital.



 Se apaga la inteligencia biológica.
El intestino deja de ser un ecosistema que se autorregula.
Queda “limpio”, sí, pero también vacío. Y un ecosistema vacío es un cuerpo desconectado de su propia naturaleza.


La naturaleza no creó enemigos: creó relaciones de equilibrio. Y el cuerpo humano, en su diseño perfecto, sabe convivir con la vida invisible… siempre que lo escuchemos y no intentemos dominarlo.


Hoy más que nunca, es urgente recuperar el discernimiento.

Vivimos una época donde el miedo a enfermar y a morir ha nublado la razón. El miedo convierte el cuerpo en campo de batalla, y desde ahí muchos aceptan cualquier moda o promesa de salvación sin pensar, sin sentir, sin escuchar.


Pero el camino no es la guerra interna: es la reconciliación con el cuerpo, con la vida que habita en él y con la inteligencia natural que lo sostiene.

Cuidar el intestino no es matarlo todo, es cuidar su biodiversidad, su respiración interna, su memoria.

Porque dentro de nosotros no hay un campo sucio que limpiar, sino un universo vivo que sostener.


Si deseas saber como equilibrar tu microbiota para tener una buena salud te invito a que veas el vídeo del Doctor de la Rosa, donde te brinda una guía informativa para que aprendas a conocerte a ti mism@ y saber que hacer en cada una de las posibles alteraciones digestivas que puedas estar experimentando.


Basado siempre en las últimas investigaciones y en su propia experiencia consigo mismo y con sus pacientes, el Doctor de la Rosa, comparte diversos caminos, acciones e informaciones que nos ayuda a conocer más en profundidad los mecanismos biológicos que derivan en alteraciones y desórdenes metabólicos y simbiosis que derivan en una buena salud.


(Escrito por Montse y Javi de Serena Tu Mente y Habilidades para el Éxito)






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