el cuerpo.
El cuerpo no es un error que haya que trascender. No es un obstáculo. Es el lugar donde la vida sucede.
Muchas veces el cuerpo enferma porque no está siendo escuchado. Porque ha sido apartado, exigido, forzado o ignorado durante demasiado tiempo.
Cuando algo duele, cuando algo se bloquea, cuando aparece el cansancio o la enfermedad, siempre hay un mensaje implícito que no encontró otro idioma para hacerse entender.
En lugar de detenernos a sentir, a respirar, a escuchar lo que el cuerpo pide, solemos correr hacia fuera.
Buscamos a alguien que nos sane. Buscando un método, un remedio, una respuesta mágica.
Y en esa carrera, reforzamos la idea de que la sabiduría está fuera y no dentro de cada uno de nosotros.
La espiritualidad que no habita el cuerpo se vuelve abstracta. La espiritualidad que huye del cuerpo pierde raíz. El cuerpo es un templo vivo que percibe, siente, recuerda y habla o avisa de alguna anomalía que se está produciendo.
Explorarte no empieza entendiendo más conceptos. Empieza estando presente, observando y sintiendo como respiras, como caminas, como te cuidas o que parte de tu cuerpo pide atención ahora mismo.
Necesitas escucharte con honestidad y presencia.
Este no es un camino para escapar de ti. Es una invitación a volver a ti.
Al cuerpo....Al ritmo.
A la sabiduría que siempre ha estado ahí, esperando ser reconocida.
La espiritualidad hay que bajarla a tierra, vivirla y sentirla a través de tu cuerpo sagrado.
Por eso, antes de seguir buscando respuestas fuera, prueba algo simple.Detente un instante.
Apoya los pies en el suelo.
Lleva una mano al pecho y otra al vientre. solo para estar y sentir que en estos momentos cuerpo y espíritu sois uno.
Respira lento.
Y pregúntate, sin exigir respuesta:
¿Qué está sintiendo mi cuerpo ahora mismo?
No intentes corregirlo.....No lo juzgues.
Escúchalo como escucharías a alguien querido.
Tal vez cansancio.....Tal vez silencio.
Todo es válido.
Quédate ahí unos segundos más de lo habitual.
Ese gesto, tan sencillo, ya es una forma de espiritualidad encarnada.
Cada vez que eliges quedarte en tu cuerpo en lugar de huir de él, algo se reordena.
La energía deja de dispersarse.
La sabiduría empieza a emerger.
No necesitas hacerlo perfecto. Solo hacerlo presente.
La espiritualidad se encarna cuando dejas de usar el cuerpo como medio y empiezas a relacionarte con él como conciencia viva.
⇒ Escuchar antes de intervenir
Encarnar la espiritualidad es no adelantarse al cuerpo.
En la práctica, significa algo muy simple y muy profundo:
⇒ Sentir hambre antes de comer y respetar los tiempos que el cuerpo necesita o sugiere.
⇒ Sentir el cansancio antes de exigirse, entendiendo que el cuerpo también requiere pausas, espacio y ritmo propio.
⇒ Permitirte sentir las emociones sin apresurarte a interpretarlas. Observarlas.
Cada vez que no tapas una señal con distracción, café, autoexigencia o explicaciones mentales, estás practicando espiritualidad corporal.
El cuerpo no pide soluciones rápidas..... Pide presencia sostenida.
Apoya los pies en el suelo.
Lleva una mano al pecho y otra al vientre. solo para estar y sentir que en estos momentos cuerpo y espíritu sois uno.
Respira lento.
Y pregúntate, sin exigir respuesta:
¿Qué está sintiendo mi cuerpo ahora mismo?
No intentes corregirlo.....No lo juzgues.
Escúchalo como escucharías a alguien querido.
Tal vez cansancio.....Tal vez silencio.
Todo es válido.
Quédate ahí unos segundos más de lo habitual.
Ese gesto, tan sencillo, ya es una forma de espiritualidad encarnada.
La energía deja de dispersarse.
La sabiduría empieza a emerger.
No necesitas hacerlo perfecto. Solo hacerlo presente.
Hábitos de Conciencia:
Encarnar la espiritualidad es no adelantarse al cuerpo.
En la práctica, significa algo muy simple y muy profundo:
⇒ Sentir hambre antes de comer y respetar los tiempos que el cuerpo necesita o sugiere.
⇒ Sentir el cansancio antes de exigirse, entendiendo que el cuerpo también requiere pausas, espacio y ritmo propio.
⇒ Permitirte sentir las emociones sin apresurarte a interpretarlas. Observarlas.
Cada vez que no tapas una señal con distracción, café, autoexigencia o explicaciones mentales, estás practicando espiritualidad corporal.
El cuerpo no pide soluciones rápidas..... Pide presencia sostenida.
⇒ Habitar el movimiento, no usarlo para escapar
No moverte para rendir....Moverte para sentirte.
Puede tomar formas muy simples:
⇒ Caminar lento, sin la necesidad llegar a ningún sitio concreto.
No moverte para rendir....Moverte para sentirte.
Puede tomar formas muy simples:
⇒ Caminar lento, sin la necesidad llegar a ningún sitio concreto.
⇒ Estirarte sin objetivo, escuchando hasta dónde llega el cuerpo hoy.
⇒ Respirar con amplitud, dejando que el aire abra espacio por dentro.
⇒ Permitir que el cuerpo marque el ritmo, no la mente.
⇒ Bailar dejándote llevar por el movimiento que aparece, sin coreografía, sin exigencia externa.
Cuando el movimiento nace del sentir y no del deber, deja de ser ejercicio y se vuelve presencia.
El cuerpo ya no ejecuta. Expresa.
Y en ese gesto tan cotidiano, tan poco espectacular, ocurre algo esencial:
El cuerpo se convierte en oración viva....Sin palabras.
⇒ Relacionarte con el límite
Este punto es clave. Y muy olvidado.
El cuerpo consciente sabe decir basta. No como una debilidad, sino como una inteligencia profunda.
Respetar un límite es, muchas veces, más espiritual que sostener diez prácticas, diez retos o diez exigencias más.
El cuerpo no pone límites para castigarnos. Los pone para organizarnos, para preservar vida, tejidos, energía.
Encarnar la espiritualidad en el cuerpo es aprender a leer sus señales:
⇒ Parar cuando algo duele, antes de que se genere una lesión.
⇒ Descansar sin culpa, entendiendo que el reposo también es integración.
⇒ Decir no cuando el cuerpo se contrae, aunque la mente quiera demostrar algo.
Forzar no expande.....Rompe.
⇒ Convertir lo cotidiano en acto consciente
No hacen falta momentos especiales. Ni escenarios perfectos. Ni tiempo extra.
Encarnar la espiritualidad en el cuerpo ocurre en lo simple, en lo que ya está pasando.
⇒ Es ducharte y sentir el agua recorriendo la piel, sin prisa, sin pensar en lo siguiente.
⇒ Es comer saboreando, percibiendo los distintos sabores, dejando que el cuerpo marque cuándo es suficiente.
⇒ Es oler, permitir que un aroma te traiga al presente sin necesidad de nombrarlo.
⇒ Es tocar con presencia, sin distraerte del contacto.
⇒ Es respirar antes de responder, permitiendo que el cuerpo participe en la palabra.
⇒ Reconocer al cuerpo como aliado, no como obstáculo
Esto cambia todo.
El cuerpo no es lo que te impide evolucionar.
Es lo que te permite estar aquí, sentir, aprender, vincularte.
No está en tu contra. No te retrasa. No te limita porque sí. Muchas veces lo tratamos como algo que hay que corregir, dominar o superar. Y cuando no responde como queremos, lo forzamos o lo ignoramos.
Escucharlo, respetarlo y cuidarlo no es un gesto superficial ni egoísta. Es una forma profunda de espiritualidad encarnada.
Cada vez que eliges atender una señal en lugar de luchar contra ella, el cuerpo se convierte en aliado.
Y cuando el cuerpo se siente acompañado, la energía se ordena y la conciencia se asienta.
Aquí no hay separación entre evolución y biología.
Hay cooperación.
(Escrito por Montse y Javi de Serena Tu Mente y Habilidades Creativas )
Encarnar la espiritualidad en el cuerpo es aprender a leer sus señales:
⇒ Parar cuando algo duele, antes de que se genere una lesión.
⇒ Descansar sin culpa, entendiendo que el reposo también es integración.
⇒ Decir no cuando el cuerpo se contrae, aunque la mente quiera demostrar algo.
Forzar no expande.....Rompe.
Cuando alguien se fuerza creyendo que eso es espiritualidad: la mente se siente poderosa, el ego se infla y el cuerpo paga la factura....siempre cobra....a veces tarde....a veces con intereses.
La verdadera fuerza no ignora el límite, dialoga con él.
Lo escucha, lo honra y, cuando es el momento, lo atraviesa de forma orgánica, sin violencia.
Aquí la espiritualidad deja de ser ideal y se vuelve ética corporal. Una forma de vivir que cuida la vida.
⇒ Sentir sin necesidad de entender
Muchas personas creen que necesitan comprender lo que sienten para poder aceptarlo. Como si una emoción solo tuviera permiso de existir cuando es explicable.
El cuerpo no funciona así.
El cuerpo siente antes de pensar. Y muchas veces, lo que se siente no necesita interpretación, solo presencia.
Espiritualidad encarnada es permitirte estar con lo que aparece:
⇒ Tristeza sin buscar inmediatamente su causa.
⇒ Placer sin justificarlo ni hacerlo productivo.
⇒ Silencio sin llenarlo con palabras, ruido o distracción.
Cuando intentas entender demasiado rápido, interrumpes el proceso. El cuerpo se cierra. La energía se bloquea.
El cuerpo no necesita significado inmediato. Necesita espacio para expresarse y completarse.
Darle espacio es estar presente. Respirar. Sentir.
Y no huir de lo que todavía no tiene nombre.
La verdadera fuerza no ignora el límite, dialoga con él.
Lo escucha, lo honra y, cuando es el momento, lo atraviesa de forma orgánica, sin violencia.
Aquí la espiritualidad deja de ser ideal y se vuelve ética corporal. Una forma de vivir que cuida la vida.
⇒ Sentir sin necesidad de entender
Muchas personas creen que necesitan comprender lo que sienten para poder aceptarlo. Como si una emoción solo tuviera permiso de existir cuando es explicable.
El cuerpo no funciona así.
El cuerpo siente antes de pensar. Y muchas veces, lo que se siente no necesita interpretación, solo presencia.
Espiritualidad encarnada es permitirte estar con lo que aparece:
⇒ Tristeza sin buscar inmediatamente su causa.
⇒ Placer sin justificarlo ni hacerlo productivo.
⇒ Silencio sin llenarlo con palabras, ruido o distracción.
Cuando intentas entender demasiado rápido, interrumpes el proceso. El cuerpo se cierra. La energía se bloquea.
El cuerpo no necesita significado inmediato. Necesita espacio para expresarse y completarse.
Darle espacio es estar presente. Respirar. Sentir.
Y no huir de lo que todavía no tiene nombre.
⇒ Convertir lo cotidiano en acto consciente
No hacen falta momentos especiales. Ni escenarios perfectos. Ni tiempo extra.
Encarnar la espiritualidad en el cuerpo ocurre en lo simple, en lo que ya está pasando.
⇒ Es ducharte y sentir el agua recorriendo la piel, sin prisa, sin pensar en lo siguiente.
⇒ Es comer saboreando, percibiendo los distintos sabores, dejando que el cuerpo marque cuándo es suficiente.
⇒ Es oler, permitir que un aroma te traiga al presente sin necesidad de nombrarlo.
⇒ Es tocar con presencia, sin distraerte del contacto.
⇒ Es respirar antes de responder, permitiendo que el cuerpo participe en la palabra.
⇒ Es regar las plantas y percibir en tu cuerpo una conexión viva, sentir que no estás separada, que formas parte del todo.
No se trata de hacerlo todo consciente, sino de elegir momentos de presencia real.
Cuando el cuerpo está presente en lo simple, algo cambia. La espiritualidad deja de ser una búsqueda constante. Y poco a poco, se vuelve un estado habitable.
No se trata de hacerlo todo consciente, sino de elegir momentos de presencia real.
Cuando el cuerpo está presente en lo simple, algo cambia. La espiritualidad deja de ser una búsqueda constante. Y poco a poco, se vuelve un estado habitable.
Esto cambia todo.
El cuerpo no es lo que te impide evolucionar.
Es lo que te permite estar aquí, sentir, aprender, vincularte.
No está en tu contra. No te retrasa. No te limita porque sí. Muchas veces lo tratamos como algo que hay que corregir, dominar o superar. Y cuando no responde como queremos, lo forzamos o lo ignoramos.
Escucharlo, respetarlo y cuidarlo no es un gesto superficial ni egoísta. Es una forma profunda de espiritualidad encarnada.
Cada vez que eliges atender una señal en lugar de luchar contra ella, el cuerpo se convierte en aliado.
Y cuando el cuerpo se siente acompañado, la energía se ordena y la conciencia se asienta.
Aquí no hay separación entre evolución y biología.
Hay cooperación.
(Escrito por Montse y Javi de Serena Tu Mente y Habilidades Creativas )

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